miércoles, 19 de agosto de 2009

El Lobizón


Esta tradición en Argentina solo refiere al séptimo hijo varón que los viernes de luna llena se transforma en perro, muchas veces descrito sin cabeza. Como en América no hay lobos, lo que en la vieja Europa era el animal más peligroso, sobre todo en invierno, el americano lo adaptó a su fauna. La maldición en Argentina dicen, puede evitarse imponiendo al niño el nombre Benito, luego bautizarlo en siete iglesias, debiendo ser el padrino su hermano mayor. Si el lobizón consigue pasar entre las piernas de algún desprevenido caminante solitario, le transmite la maldición. Para eliminarlo debe utilizarse una bala de plata o una de plomo con una muesca en forma de cruz en la punta, además de dispararle a la sombra del monstruo. Si la noche está oscura debe alumbrarse con una linterna cargada con pilas bendecidas también en siete iglesias. Se dice en nuestro país que come “osamenta”, (carne podrida de animal muerto), que se perfuma porque le gusta el mal olor. Antiguamente afirmaban que producida la transformación se dirigía al cementerio para comer cadáveres, cosa imposible en estos tiempos.

Según las investigaciones de Ramón Elías en todo el interior de Paraguay, Luisón (lobizón) es el séptimo hijo monstruo que engendró la pareja formada por Taú y Keraná. La leyenda que sustenta el mito dice que Taú es el espíritu del mal que se enamoró de la bella Keraná a la que conquista tras visitarla durante siete días. Utilizando sus poderes infernales se transformó en apuesto joven, para conquistar primero el amor de la doncella, y luego, por la oposición de los padres de ésta a la relación, la rapta. El espíritu del bien llamado Angatupyry se trabó entonces en terrible lucha durante siete días. Utilizando sus poderes sobrenaturales, Taú vence al bien, llevando a la hermosa Keraná a sus dominios. Angatupyry consternado maldijo a la pareja para que sus hijos nazcan monstruos. Así sucedió, y toda su descendencia fueron temidos engendros nacidos en este orden: Tejú Yaguá lagarto con cabeza de perro, Mbói Tuí víbora muy grande con cabeza de loro, Moñaí fantástica serpiente de grandes dimensiones con dos púas en la cabeza y colmillos enormes, Jasy Yateré niño duende rubio, travieso que anda silbando portando un bastón de oro que le da poder, Kurupí señor de la sensualidad, tiene el falo tan largo que lo enrolla en la cintura, Ao Ao monstruo enorme y potente parecido a la oveja, y finalmente Luisó, (nuestro lobizón) el más temible y peligroso de los monstruos. Cada uno de estos engendros tenía cierta responsabilidad en cuanto a dirigir y cuidar los elementos de la naturaleza.

En Paraguay se dice que Luisó se alimenta exclusivamente de carne de muertos, por eso evitan pasar cerca de los cementerios, especialmente en noches de tormenta. Es un perro negro de gran cabeza que vaga en los caminos sombríos seguido de una jauría de perros, en busca de caminantes para devorarlo. En las poblaciones, el maldito (séptimo hijo varón), se aleja los martes y viernes para transformarse luego de dar siete vueltas al derecho y luego al revés pronunciando luisón también al revés. Cuando está transformado se olvida quien es, por eso el hombre no recuerda sus andanzas. Su cabellera es larga y todo su cuerpo tiene un olor repugnante. Los perros lo siguen de lejos aullando escondiendo su colas entre las patas en señal de miedo. No reconoce a los parientes cuando ataca, solo respeta a la persona bautizada. Para atraparlo se debe lo untar con aceite al que se le colocó ramas de ruda repitiendo su nombre varias veces al revés, único modo de saber qué persona es la que se transforma. Cuando su final está cerca suele acariciar con mano viscosa y peluda en la oscuridad a algún solitario caminante. Cuando es vencido cae dormido vomitando espuma. Entonces debe dejarse que duerma, para que cuando despierte sin recordar nada se descubra quién es y se lo expulse de la comunidad. La única arma que lo daña es el puñal, porque la S que está entre el gavilán y la empuñadura forma una cruz símbolo sagrado que lo vence.

Como podemos apreciar, las variantes de la leyenda responden a las adaptaciones regionales que imponen las idiosincrasias locales como dije al comienzo. La diferencia mayor radica en el origen. Para el resto de América es hijo de hombre siempre, tradición llegada con los españoles, mientras que para los guaraníes, el primer lobisón es hijo maldito de una pareja de aborígenes primitivos. El elemento cruz es producto de la traumática imposición religiosa que se operó en América durante el período de la conquista.

Mitos Guaraníes (Juan Ramón Farías)

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